lunes, 26 de mayo de 2014

ENTRE LINEAS

ENTRE COLUMNAS

QUÉ TRISTEZA

Rodolfo Mier Luzio

Ya llega el día dedicado a la madre, a nuestra madre, a todas las madres de Bolivia; sin embargo, ese día que tendría que ser muy especial por lo que representa, se ha convertido en un desenfrenado ajetreo comercial, que no permite analizar ni por un momento el significado de un beso de madre, de sus sacrificios, de sus desvelos...de su amor escondido entre las arrugas que el tiempo se encargó de cincelar o de su tersa piel de mamá jóvren ; de su ojos de profunda y brillante mirada puesta en los hijos a los que vio crecer, desde que se animaron a salir de la calidez y seguridad de su vientre.

Qué tristeza, que la madre sea medida por el costo de un obsequio, el tamaño de una tarjeta o las frases que no son auténticas ni propias; esas, que fueron escritas por una pluma ajena para alguien inexistente.

Qué tristeza, que los hijos hayamos olvidado de las tarjetitas fabricadas por nosotros en una hoja de cuaderno, y un “Te amo mamá”, esa que tenia un valor incalculable, porque estaba escrita con el corazón.

Qué pena, haber perdido de vista sus consejos a los que ahora a muchos les parece “chocheritas de mamá”, sin darse cuenta que fueron esas palabras las que forjaron nuestro espíritu y nuestra razón.

Que tristeza, que no nos acordemos las noches que se la pasó sentada al lado de nuestra cama, cuando enfermábamos y nos tomaba de la mano, como temiendo que los males que sufríamos nos podrían haber alejado de ella definitivamente..

Que pena, que los que la han perdido, vengan a darse cuenta recién ahora que ya es tarde, la falta que hacen sus consejos, sus caricias y su amor. La tristeza de haber cerrado sus ojos, para verla partir hacia la eternidad.

Los que  aún la tienen a su lado disfruten su presencia, y este 27 de mayo llévenle una flor, que tiene mucho más significado que un costoso regalo que, casi siempre, es un utensillo de cocina, para que siga trabajando y sirviéndonos, porque es “la obligación de mamá”. En cambio una flor, lleva en cada uno de sus pétalos el aroma del amor y la ternura de sus besos.

Y a los que Dios les privó de su presencia terrenal, regálenle una oración que seguro  será recibida con el amor de siempre.

Qué tristeza, “al recordar su celestial cariño. De mis cansados ojos brota el llanto; porque, pensando en ella, me siento niño”.

Pero, al final, ¡Que alegría! de tener una madre, o haber sido mecido en sus brazos; sólo así, conocimos lo que, en realidad, es el amor.

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